Una pequeña presentación

Los Mínimos y Máximos de Félix Esteves es una casa, un hogar, construido con amor, esfuerzo, dedicación y hasta con aburrimiento. Tiene muchas puertas donde todos pueden entrar. Tiene muchas habitaciones, donde de seguro en algunas podrás sentirte cómodo, y en otras, tal vez contrariado y hasta… por qué no… molesto. Sin embargo su propósito no es agradar ni molestar, no es ganar amigos ni enemigos… de todas maneras ambos son bienvenidos; su fin es mostrar y demostrar lo variopinto de una mirada, la pluralidad de una cosmogonía a través de mi “micromundo”, de lo exterior visto y sentido desde mi interioridad… es un grito contra la discriminación, es un arrullo de amor a la diversidad, es mi tarjeta de presentación como ser humano, como hombre, como gay y miembro de la comunidad LGBT... tal vez es algo más… no lo sé… aún lo estoy averiguando.

Félix Esteves

Amigos de Los Mínimos y Máximos

viernes, 15 de octubre de 2010

TÓRTOLAS TRISTES EN MI VENTANA

Sentado escribiendo una carta,
de esas que ya nadie del buzón levanta,
de puño y letra me despedía para así no dar la cara,
cuando de repente un ruido fuerte sonó en mi ventana,
rompiendo en mil pedazos los transparentes cristales,
asustado y preocupado me levante a mirar el motivo del desastre,
pensé en la pelota de un niño que quizás por allí jugaba
o en la piedra de un malandrín lanzada con toda su maña,
mi sorpresa fue ver en el filo de la triste ventana
a una tortolita herida con su ala partida con unas gotitas de grana.

Recogí los cristales pero a ella yo no le hice nada
la deje quietecita asustada y herida como estaba
pensando que mis toscas manos a lo mejor la maltrataba
pase varios momentos observando a la moribunda tortolita
que de muerte herida la pobre avecilla agonizaba.
Sorpresa la mía cuando yo afligido la miraba
apareció otra tórtola que a su lado se posaba
llenándola de mimos como diciéndole “No te me vayas”.
Me acerque a mirar lo que mis ojos parecían no creer
y la tórtola sana no huyo se quedo protegiendo a su amada
cubriéndola con sus alas pensando que yo me la llevaba.

Me aparte desconsolado dejando aquel amor
que quizás yo no comprendía y que a lo mejor necesitaba.
El corazón se me hizo añicos así como los cristales de la ventana
empecé a llorar lágrimas tan rojas como la grana
acordándome de mi amor que hasta ahora yo le escribía una carta
para dejarla sola y tristemente abandonada.
Recordé entonces los bellos momentos que a su lado yo pasaba
y como me cuidaba con sus mimos de palomita blanca
cuando yo preocupado o enfermo en su lecho fresco me echaba.

Rompí la carta mientras las tórtolas besos de despedidas de daban
entonces desperté de mi delirio, de mi sueño, yo no era la tórtola sana
estaba muerto en el hospital cubierto con sabanas puras y blancas
al final vi a una tortolita que volando y llorando se alejaba
era mi amada hermosa que de mi cuerpo inerte se marchaba
y llevaba en las manos aquella carta de despedida que antes de morir
deje sobre mi almohada, diciéndole que le quería y lo mucho que la amaba
y que cuando de mi cuerpo mi dolorida alma se alejara
que volara a otro nido donde quizás la verdadera felicidad ella encontrara.


Por Félix Esteves

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